En mis años de infancia, los años 40-50, Onil no tenía red de abastecimiento de agua potable por lo que había que ir con cántaros de barro y cubos de zinc, a buscarla a las fuentes como la de la Plaza Mayor, con su enorme árbol. ¡Era preciosa! A su alrededor se bailaban las danzas en Fiestas de Moros y Cristianos y el "dolçainer y el tabaleter" se sentaban a su sombra a tocar “la dança i el fandango”. Allí también se realizaba la "ballà de banderes" y los demás actos que ahora se hacen, pero sin el árbol y la fuente.
¿Y la trompa? Yo no supe hacerlo nunca, era más juego de chicos, pero había verdaderos expertos en hacer bailar la trompa que entonces era de madera con la punta de metal y se enrollaba en ella un cordón llamado "llença" que, al tirar de él, la impulsaba y la hacía girar sobre el suelo, además, eran capaces de cogerla en la mano sin que cesara de girar y devolverla al suelo siguiendo su giro. También era cosa de chicos jugar a hacer rodar el "cércol" (aro de metal normalmente, aunque también los había de madera, que se dirigía impulsándolo con un palo y más suerte era tener una especie de varita de hierro con un extremo en forma semicircular que se ajustaba a la forma del "cércol" y se le dirigía con mayor facilidad.
Algunas fechorías que hacíamos era ir a "furtar ametles de la rasa i albercocs verds" al bancal en que los hubiera. Había que estar atentos no fuera a ser que nos pillara con las manos en la masa el tío Madruga, que era el guarda de campo. También a veces nos daba por quitar "els trestalladors" de las acequias de riego y cambiarlos de sitio; no sabíamos el daño que causábamos con ello a los regantes de turno.
En verano no había clase, como tampoco en Navidades y Semana Santa, pero el veranear, al menos en mi casa, consistía en bañarnos en la balsa de riego que había en la huerta de mi abuelo. Agua fría recién salida del pozo, los pelos como escarpias, ¡Dios mío, qué fría estaba aquella agua!.
De pequeñas, yo tendría unos 6 años, recuerdo que íbamos a pasar algunos días a la finca de unos primos de mi padre, L’Arcà, era una delicia; tenía y creo que aún está, una balsa para riego enorme con un agua fría que venía desde el nacimiento allí cerquita; en ella nos bañábamos.
Recuerdo nuestros juegos con los primos Pedro José y Paquito, poner el vino y la sandía a refrescar en el “bassonet”, previo a la balsa, cómo lavaban la ropa en el lavadero que había a continuación, las moras que cogíamos y comíamos de las zarzas al borde del camino, los piñones del pino que estaba al borde de la era, pero sobre todo, el aroma de pinos y monte que entraba por el ventanillo del dormitorio que abríamos al despertar. Todavía hoy, cuando a veces paso por algún paraje que huele así y voy con alguna de mis hermanas digo: “Para un momentet,.... olora,…mmmmm!!! No sents? És l’oloreta de L’Arcà” Han pasado más de 60 años. ¡Era fabuloso!
Ya jovenzuelos, durante las vacaciones, nos juntábamos la pandilla de amigos por las tardes, íbamos a pasear a la Virgen y a la calle Nueva (actual Avda. de la Constitución), subíamos a la terraza del casino y comíamos pipas y, si tan, tan, tomábamos una Coca-Cola, no había para más; pero nos lo pasábamos de miedo. Ah! y los guateques: un tocadiscos (discos de vinilo de una canción por cada cara), en casa de algún amigo y a bailar y reírnos. ¡Fantástico!.
Hay otra celebración que recuerdo y ya se ha perdido debido a las reformas de la Iglesia (como institución): "El dissabte de Glòria" (ahora se celebra la Resurrección el Domingo, pero entonces era el sábado cuando se celebraba) y el Domingo de Resurrección, era el “día de mona”. Es de resaltar, por lo que lo gozábamos, la celebración de la Pascua de Resurrección yéndonos a comernos “la mona” el domingo de Pascua ,1º día de Pascua, en que íbamos de todo el día, ¡siempre con una persona mayor! (y había también 2º y 3º día de Pascua!).
El citado “Dissabte de Glòria”, los chiquillos y chavalones esperaban a la entrada de Onil, al comienzo del Carrer Portal, armados de mazas de madera y cuando las campanas volteaban a Gloria a las 10 en punto, subían en tromba, tocando con las mazas en las puertas de todas las casas. Los dueños de las casas no permanecían indiferentes: escoba en mano atizaban a quien pudieran alcanzar, porque claro, se acercaban las Fiestas y se había pintado la casa y dado barniz a las puertas y los chavales no tenían piedad con las puertas. Otro recuerdo olfativo relacionado con esa época del año, no puedo pasar por un sitio en que se esté pintando una casa sin que me venga el recuerdo de "Ja s'acosta el día de la Mare de Deu". Eso y el borneo en flor que colgaba de la tapia de la "Casa L'Hort" son para mí preliminares de las Fiestas.
Estas cosas ya pasaron pero muchas personas aún las retenemos en nuestra memoria.
Estas cosas ya pasaron pero muchas personas aún las retenemos en nuestra memoria.
Marisa
Fernández Molina
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